Contrario a otros
lugares desérticos e inhóspitos de la bella Baja California, Bahía Magdalena
guarda historias que a la luz de nuestra realidad se antojan fantásticas e
increíbles, pero sin embargo son reales, tan reales como el abandono histórico
en que siempre nos tuvo el gobierno central de nuestro país.
Es precisamente Bahía Magdalena el centro de
controversia que ha puesto al presidente Benito Juárez en la picota de la duda
sobre su honorabilidad jurídica y lealtad a la patria. Pues es poco conocido
que el Benemérito de las Américas vendió en 1861 la península de Baja
California (a excepción de la porción sur) a un grupo de estadunidenses en un
acto calificado como “el más comprometedor” de un presidente mexicano por el
historiador José Fuentes Mares.
Sin embargo en esta ocasión hablaremos de la
base naval norteamericana que operó 40 años después de ese episodio entreguista
en Bahía Magdalena, con tanto éxito, que de nueva cuenta alentó la ambición
estadunidense al grado de pretender apoderarse de ese complejo de bahías, uno
de los más hermosos con que cuenta la península.
Y cómo no la iban a ambicionar, si para
decenas de navegantes que por ahí transitaron desde la época pirática, Bahía
Magdalena significó una bendición después de largas y tediosas travesías, ya
que además de ser un excelente puerto de abrigo, es un lugar de descanso con
bellos paisajes, de envolvente tranquilidad y donde se puede encontrar el
líquido más preciado para un marinero después de un viaje extenso: agua
potable.
También fue uno de los sitios predilectos de
los pescadores furtivos ingleses que perpetraron en ese lugar crueles masacres
de ballena gris al grado de casi extinguir la especie.
Por estas y muchas otras razones, Bahía Magdalena como punto estratégico no pasó desapercibida para la armada estadunidense, que fue modernizándose conforme la economía de ese país se estabilizó y sus intereses por América y Asia fueron extendiéndose al igual que su flota mercante.
LA BASE NAVAL
Para la flota naval estadunidense, Bahía Magdalena fue “el mejor espacio de entrenamiento y prácticas en el mundo entero”. Y es que la flota del Pacífico a inicios del siglo 20 comenzó a utilizar ese lugar, primero como punto de descanso del personal militar. Sin embargo al poco tiempo el puerto ya era utilizado para las prácticas navales y rutinas programadas desde los puertos de San Diego y San Francisco.
Aunque no existían instalaciones de albergue para la marinería norteamericana en Bahía Magdalena, a excepción de algunas casas de pescadores locales, era muy común que los tripulantes bajaran a tierra sin autorización del gobierno porfirista mexicano que se hizo de la vista gorda sobre esta actitud abusiva y comodina de nuestro vecino del norte.
Aunque también se sabía de la presencia de
buques ingleses en el lugar, la presencia norteamericana ya era de carácter
casi permanente al grado que la consideraban como un territorio de su
propiedad. Y fue tanto el aprecio que tuvieron por ese puerto los militares
yankis, que en una ocasión buques pesqueros orientales merodeaban la zona, lo
que originó una controversia internacional entre los Estados Unidos y Japón,
pues se corrió la especie de que el imperio del sol naciente también pretendía
la bella Bahía Magdalena.
Lo anterior llegó a niveles de escándalo lo que incomodó al gobierno mexicano que muchos años antes, a través de su embajador en San Diego pidió a Washington en una actitud sumisa, que sus barcos de guerra “solicitaran el permiso correspondiente en la inteligencia de que no se les negaría”, además de no bajar marinos armados a tierra ni izar bandera, según lo expone el historiador Ramón Alcorta Guerrero en el libro “El Otro México” del bien recordado Fernando Jordán.
Ocurre el 13 de marzo de 1908 uno de los más
grandes despliegues de la flota del Pacífico en Bahía Magdalena con la
presencia de 16 acorazados y 15 mil marineros. Según relatan los locales, se
realizaron a lo largo de varios meses prácticas de tiro con el armamento más
moderno de la época, cuyos ecos llegaron a escucharse hasta la ciudad de La
Paz. La metralla generó caos y temor en ese lugar y cuentan que los disparos de
artillería llegaron hasta los cerros altos de Isla Margarita.
ESTADOS UNIDOS PRETENDE COMPRAR BAHÍA MAGDALENA
A partir de esos meses, reinició un fuerte
cabildeo de Washington para adquirir al gobierno de Porfirio Díaz esa
expléndida bahía. Desde julio de 1907 el periódico “The Call” había publicado
un informe originado en el Departamento de Estado sobre este asunto que
planeaban formalizar en septiembre de ese mismo año, situación que no fue
posible.
Todavía en abril de 1908 “The Times” de Los
Ángeles publicó un editorial incitando a su gobierno a realizar la compra de
Bahía Magdalena. Sin embargo México presionó en sentido contrario y no volvió a
renovar permisos para la práctica de la flota estadunidense en Baja California.
Esto quedó acordado días antes de la entrevista entre los presidentes William
Howard Taft y Porfirio Díaz en El Paso el 16 de octubre de 1909.
VUELVE LA PAZ YLA TRANQUILIDAD
Sólo así regresó la paz y la tranquilidad a ese bello santuario, donde existe una gran biodiversidad como pocos sitios en el mundo. Es Bahía Magdalena un sitio inigualable que como bella doncella no deja de ser, en la actualidad, motivo de la ambición inescrupulosa de personajes con poder.
Hoy, sólo quedan restos de las prácticas militares de los estadunidenses que presionaron por quedarse en ese lugar. Esta es la historia no conocida, pues siempre que se vulnera nuestra soberanía y dignidad, arropados en una red de complicidades, todo se oculta en capítulos de la vergüenza en el archivo de la historia secreta.
Afortunadamente para los sudcalifornianos, los verdaderos Californios, Bahía Magdalena, es ahora patrimonio de la humanidad.
Publicado en: Aquí Magazine
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